Tengo dudas de cómo empezar a reseñar este álbum, pero sí os digo que me ha gustado mucho, pero mucho, mucho.
Os introduzco en la historia:
Imelda es una niña extremadamente malcriada. Se dan cita en ella unas cualidades muy interesantes: egoísmo, agresividad, maldad, abuso…
Para reflejar estos rasgos de personalidad, el ilustrador la representa desde el inicio de la historia con una nariz de cerdo. Este hecho es impactante para los peques que se preguntan en todo momento el porqué tiene la nariz así, lo que también me lleva a reflexionar sobre la imagen que tenemos de los cerdos, animales que “lo dan todo” por nosotros.
Los padres de Imelda, en contraste, resultan encantadores, siempre educados y alegres, pero también sorprendentemente indolentes y pusilánimes, pues son incapaces de ver el “berraco” en el que se está transformando su hija.
Todo cambiará el día en que Imelda decide comprar un conejo como mascota. El pequeño conejo, ante el maltrato de la niña, comienza a crecer hasta hacerse enorme.
Y ahora pensaréis que probablemente el conejo le da una lección a la niña, o a los padres, o a ambos… Porque claro, un libro infantil tiene que acabar bien y de paso tener una moraleja con la que los niños aprendan alguna cosa positiva.
O también podéis pensar que en este caso el libro acabará mal, como algunos cuentos clásicos, no se… ¿con el conejo devorando a Imelda por malvada?
Pues debo decir que ni una cosa ni la otra; eso sí, os lanzo unas preguntas que nos surgen tras su lectura:
¿Debemos salvar a quien no quiere ser salvado?
Cuando un niño “se porta mal”, ¿dónde ponemos el foco, en el niño o en los padres?
Aquí lo dejo; un libro que no deja indiferente a nadie, lleno de humor, con momentos muy divertidos y algo de tensión que mantiene un interés constante en la historia.
Lo super recomiendo.
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